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domingo, 10 de febrero de 2019

La caja

Para una alma perdida que se dejó ver en una mirada...

Nos despedimos a mediodía, habíamos ido a buscar una caja de cuadernos, éramos tres, después dos “voy a ir a la radio” -me dijo- era sábado 10 de febrero, y la meta era volver con el mandado resuelto.

Cayó la noche. Voy para la radio, decía un mensaje, pero nunca llegó. Me advirtió que estaba cerca, dónde nos reencontramos.

Había una mirada extraña. Generalmente me hago miles de cuestionamientos que no externo, porque pueden haber respuestas que ya intuyo.

-¿Quiere comer algo?

-No, gracias, respondí. Pendiente también, de que a pocos metros alguien me esperaba, y pensé irme pronto.

¿Qué pasó en esa hora? Qué hubo para hacerme una especie de radiografía macro y microscópica de mi existencia. Poderme encontrar en una mirada perdida, en palabras confusas entre reclamos que no sabía exactamente ¿Por qué me las decía a mí?
¿Era posible dialogar aquella noche? Un poco fría por cierto. Sí, y dialogamos sin reglas, etiquetas, ni cortesías.

Es un capítulo oculto u olvidado en una caja inventada en la memoria. Es una de las conversaciones que abrió mi caja de camino en los mejores escenarios de la vida.

Supe que he tenido la dicha desde siempre de vivir con la mejor gente, de compartir con los y las mejores amigas, de aprender de grandes maestros y maestras, de hacer compañerismo, de ser parte de una familia increíble, de amar con intensidad a quién se me dé la gana, sin esperar ser retribuida en mi universo de pequeñas cosas.

Supe que la miseria humana no es una situación, tampoco es una condición, sino una decisión que no debe caber en nadie. Supe lo que duele ver llorar -en silencio- a alguien que se lleva en alma, por situaciones que creía ajenas a mi proceder, pero finalmente fue una oportunidad para compartir sueños y hacerlos -poco a poco- realidad.

¿Saber cuánto se puede llegar a amar a alguien que no es nada y es tanto a la vez? Y recordar siempre esa conversación (sí es que, así se le puede llamar).

¿Qué se conversó esa noche? pues si sólo está en mi mente, es que el mensaje era para mí. Por lo que, cuando abro la caja, trato de cerrarla con cuidado, para no olvidar que he recorrido parte de la carrera, y no lo he hecho sola, el escenario es para muchas personas, pero seleccionando actores principales en las historias que decidamos contar.

No hubo final de la conversación, simplemente se hacía más noche, fuimos por la caja de cuadernos, que para bien de la humanidad, llegó a su destino.
Cuadernos, agragaré -ahora- lápices, para que se siga escribiendo la vida…

Para la noche, éramos nuevamente tres, acompañados de conversaciones y lágrimas humedeciendo un rostro ahogado de silencio, que también quedó en el olvido, por lo tanto hay detalles que quedarán en la cajita, la que atesora detalles.


p.d. por esta y mil veces gracias, gente como usted necesita la Patria Grande de las almas que no se sienten parte del universo.