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martes, 11 de febrero de 2020

Ligero de equipaje

Pura Vida, de la eterna 
La familia del alma está a lo largo de la vida, a veces lejos de casa, con otro apellido y acento diferente, cargando una gran maleta de historias por contar.

Hoy ha partido a la Casa del Padre, un ciudadano del cielo, el sacerdote Santiago Fajardo Jiménez, de Nicoya, cobijado por la luna liberiana, rodeado de amor, tal cual el sabía compartir.

Era tan simpático, un excelente "contador de perras" cómo decimos en catrachilandia. De cada aventura hacía un chiste. Y de los viajes lejanos explicaba detalles cómo si estuvieran a la vuelta de la esquina.

Cuando yo probé los dátiles... contó una vez.
¿Y dónde fue eso Padre?
-En Israel... respondió, como si hablara del barrio vecino.

La primera vez que viajé a Tierra Santa llevaba un maletón que ni caminar podía, cosas que ni usé, ya después apenas una mochilita con pantaletas y camisas... comentó en medio de un caluroso día. Eh ahí, cuando se asombran algunas personas cómo es que yo puedo llevar una mochila (de equipaje) para 2 o 5 días de viaje, si siempre recuerdo a mi maestro mochilero, el padre Santi.

Un bondadoso confesor, que con un abrazo transmitía la ternura amorosa. Comía todo sancochado y le encantaba el concho. De lo más serio hacía broma, cómo explicar el origen de los nombres de algunos lugares "Oro-sí".

Era cómo un bebé grandote, que se dejaba consentir, independiente, cuidadoso, un santo que vi andar en la tierra, caminar en las aguas termales en torno a una piscina, sudar y sudar ¿quién no en Nandayure?

Para sus bodas de plata sacerdotales estrenó una hermosa casulla dorada. Lo sorprendió un pastel para sus 70 años en diciembre de 2013. Agarraba camino ya tarde para ir donde sus hermanas, fue un papá, más bien.

Era un excelente conversador de política, economía, sociedad en general. La vida lo trató con cariño, y pagó todo el bien que hizo.

Hace unos días, mi Pa Francisco Barrios me dijo que el viejito se nos estaba yendo, estaba muy grave. Un dolor invadió mi pecho, estaba a 500 kilómetros de mi casa, y así de inmensa como la distancia eran mis ganas de llorar.

Vino a mi alma, la imagen del p. Santi agarrrado de la mano de la Madre del Cielo, y pensé "ya está caminando". Pasaron los días, el padre estaba sedado, sobreviviendo, esperando señales de mejoría.

Hoy, en el día de la Virgen de Lourdes, salud de los enfermos, el Padre Santiago, decidió abandonar la tierra, para ir a ver cara a cara al Amor de los amores, a su mamá, papá, hermana, a mamá Juanita, y toda aquella gente que, estoy segura, en un día cómo hoy, el ayudó a bien morir con el sacramento de la unción de los enfermos.

Hasta siempre mi viejito bello, gracias por su amor compartido. Finalmente emprendió el eterno viaje con el equipaje necesario, sus obras.