Visitarlo era obligatorio, sobre todo cuando él dejó de ir a la casa a dejarnos mandarinas.
Dice Miguel -su hijo- que él le decía "déjame mandarinas que yo tengo a mi gente para darle", haciendo prioridad a los gemelitos de Suyapa.
Mi primer recuerdo de don Chico, es camino a la iglesia con Michelle en el cuello. Siempre la llevaba chineada, eran como el uno para el otro. Con los años era sonrisas y bromas con el pequeño Steven Francisco, su tocayo y con quien seguía las bromas por su nombre "Chico Valle".
Él bailaba, cantaba, sonreía, era feliz. Visitarlo era ir a contagiarnos de positividad. Contaba cada historia desde su recuperaciones, caminatas, luchas, peregrinaciones, devociones a la Virgen de Candelaria, lo bien que lo trataba la familia y decir "yo aquí estoy bien, no me hace falta nada".
Sobrevivió a muchos accidentes domésticos, operaciones, golpes, virus, pandemias... y se fue a los 94 años de edad. Creo que su eterno viaje lo emprendió cuando el quiso. Sin alardes, sin bulla, sin enojo, sin dolor, se fue "moviendo el bigote" comiendo, en compañía de sus hijos Miguel y Esteban. El viernes por la mañana, con frío y la espera de Óscar que no estaba cerca. Ellos dieron su alma por su mamá y su papá, junto a sus compañeras: Beatriz, Ana Luz e Isabel. Y Nena que hoy está demasiado lejos.
En un tiempo donde una pandemia nos mantiene aislados, sin recibir visitas, sin velorios, ni fiestas, don Chico nunca estuvo sólo, tuvo las honras fúnebres que merecía, volvió a la iglesia, a su parroquia Madre Dolorosa que hoy está de duelo. Y si hay tristeza y el abuelo hace falta, es señal que se le amaba, dijo el P. Héctor López.
Cuando Miguel hizo la Primera Comunión, me dijo "tomame una foto con Miguelito" era 11 de diciembre de 2016, justo 4 años antes de su partida al cielo.
El 26 de noviembre de 2017, nos encontramos a media cuesta, yo iba a trabajar y él a Misa, nos tomamos una selfie. Y así siguieron los encuentros ya más en su casa. Los años iban pesando, los recuerdos se dispersaban, a veces ya no nos reconocía, pero quienes lo amamos, sí sabíamos que allí estaba don Chico, esperándonos en el rezo de la Candelaria (2 de febrero).