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jueves, 29 de noviembre de 2018

Memoria infinita y puntos suspensivos

Cómo película fotográfica

Dicen que los recuerdos son a partir de los tres años, siempre he creído que recuerdo hechos desde antes tal cual fueran imágenes en moviento, como quien vé una cinta de película en una cámara fotográfica. Incluso eventos y personas que David y Suyapa (mayores 2 y tres años de mí) no recuerdan. Incluso mi madre dice que yo soñaba, o que invento, pero lo que recuerdo como a Don Urbano en una cama, a mi papá bajando en hombros de dos hombres (a uno de ellos lo llamo Orlin, el otro no sé) a la casa tras estar meses en el Hospital San Felipe, un tambito pequeñito del cual recuerdo de color blanco con letras rojas y azules, en el que halaba agua de la poza de doña Julia, los largos caminos bajo el sol con doña Julia y Sulema para ir a la iglesia en Los Achiotes, y ver de lejitos la casa de Tía Munda, las calles polvorientas y pedregosas, los palos de guayaba en la quebrada, y otros recuerdos de lo que viví en El Tamarindo, hasta los cuatro años, cuando me hice citadina.

Llegar a Tegus fue descubrir la magia de las luces que aparecían al atardecer, la televisión, y seguir caminando.

Está en memoria el primer día de clases, cuando llegué sola a mi aula en primer grado, ahí estaba la profesora Virginia García "Mardely" sos vos, y respondí que sí, entre otras preguntas ¿Sos repitente? no (mi papá ya me había enseñado muchas cosas). Y por los últimos días de clases me dijo "Mardely traé tu libro de lectura" era uno que prestaba la escuela Naciones Unidas, "Mi Honduras", y me llevó donde el director, profesor Mario, a que le leyera el cuento del pollito que decía ¡Mamá el cielo se está cayendo! ¿Qué hacemos? yo solo me quería morir del susto, al terminar, el director me felicitó y volví al aula.

En mi primer día de clases de segundo grado, me recibe la profesora Celinda: escriban "Lista de útiles" y aclaró "en carta", otro susto más.  Y así de la primaria concluirla con la profesora Olga Sierra para ir a la secundaría con maestros increíbles en el colegio "Juan Ramón Molina" como el profesor Francisco Centeno, Ramón Maradiaga, José Luís Salandía, Juan Alberto Rivera Callejas y Víctor Fúnez que ponía acento a la Y (ý) para pronunciar bien mi segundo nombre. Juana María de Alberto fue mi maestra de Bancaria, una vez me preguntó ¿de qué colegio venis? la profesora Maritza, de Intermedia que me seleccionó para ser la presidenta del Tribunal Electoral Estudiantil y de allí tratar a la directora Elizabeth (Betty).

Los recuerdos de la UNAH, en la Escuela de Periodismo son más recientes, con mis maestros y maestras aún mantengo esa relación de compañerismo, tertulias y bromas sobre todo con: Ramiro Sierra, Miguel Martínez y Germán Reyes. Los conocimientos y aprendizaje grato con Delia Mejía, Marlen Perdomo, Silvia Vallejo, Lilian López Carballo, Fredy Cuevas, Néstor Posadas, Rafael Leiva Vivas, Marco Antonio Andino... y esas clases de español, economía, matemáticas e historia.

Y es justo ahí, en la historia de mi Matria, de esa materia registro pocos archivos en mi memoria, hasta que llegué a una familia que surge por la violación a los derechos humanos, el COFADEH que también me acogió entre su lucha por la verdad y la justicia, donde pasan las décadas y sigue escribiendo historia que poco o nada se oculta en los centros educativos, con textos hechos por los gobiernos, y que no les conviene que se sepa, porque si la niñez conociera la verdad que se oculta, sería diferente y  no se repitieran patrones desde la clase política manipulada por la empresa privada y avalada por la policía y ejército.

Con todo lo que se vive entre golpes de estado y regímenes dictatoriales, las redes sociales y el alcance a la libre información es más difícil que se oculte la verdad, pero también amenaza la manipulación mediática y desinformación. Y ahí seguirá el COFADEH impulsando la Memoria, por la exigencia de verdad, justicia, reparación, la no repetición y el nunca más, y no solo en Honduras, sino en la hermandad y solidaridad con los pueblos que viven esta oscura noche, que no encuentra la aurora de la liberación, donde la pesadilla vuelve una y otra vez, es tanto lo que puedo hablar de esta organización que dirige Berta Oliva, las compañeras y compañeros que en 36 años han caminado de la mano a la lucha de las madres de los pañuelos blancos, he logrado conocer algunas, llorar sus partidas, compartir sus lágrimas, eso ¡todo eso! no tiene espacio en el universo infinito.

Mi memoria no podrá guardar tanto, pero si lo necesario para amar esta noble labor en la construcción de memoria histórica, condenando que los hechores siguen atacando y fortaleciendo con educación y práctica a jóvenes y adultos que también le apuestan a un país libre y de soñadores que hoy son memoria viva, los detenidos desaparecidos...                          
       

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