Joven combativa
Nos unimos a sus alegrías en cada recuperación de un nuevo nieto, 133 hasta ahora, falta más de la mitad.
Las palabras se conjugan con las historias para describir lo que se cuenta de la vida...
Nos unimos a sus alegrías en cada recuperación de un nuevo nieto, 133 hasta ahora, falta más de la mitad.
Febrero 2020 |
Me despierto antes de las 2a.m. veo llamadas sin contestar y mensajes de voz con la noticia que había fallecido doña Tere. En medio de la incertidumbre si estaba o no con vida, las llamadas de larga distancia ahuyentaron el sueño y trajeron como avalancha los recuerdos inmediatos con ella en La Ermita.
Apenas el 22 de diciembre, con David y mami habíamos acompañado a doña Tere
en el sepelio de su mamá doña Camila. Nos dio de comer (así como mamá regañona), estuvimos con ella en
misa, anduvimos en el mismo carro, nos comentó sobre lo que haría en los
próximos días, sin pensar que ya no nos volveríamos ver. En un tramo breve nos mencionó que le dijo a Martín que quería ser enterrada ahí, en su pueblo, y él le decía "está loca".
Aquella señora, la esposa del difunto que más he llorado (yo siendo niña), don Armando Ramírez (1995), estaba camino a la eternidad: sonriente, tranquila, recibida con pétalos cayendo de los árboles y elevadas por el viento, tal cual le gustaban, supe que era eternamente feliz en la víspera a Navidad.
Conocer detalles de sus últimos momentos de vida terrenal fue muy doloroso. Los vivió con aquella niña que vestían como gemelas, Melady, su nieta que debió asumir su papel de mujer adulta, viendo que se le iba la figura de la cual nunca se separó en más de dos décadas.
Al día de hoy no asimilo que Nana Tere (como le decía Katherine) ya no está.
Y veo entre mis cosas, detalles que ella tenía siempre para mi, incluso el
regalo que me dio de cumpleaños, todo desinfectado en medio de la pandemia de
Covid-19, que estaba "en el aire". Yo estaba saliedo del contagio y de noche tras varias llamadas fui a traer mi bolsita de ragalo que me entregó Mela.
Quizás la volví a ver en octubre, para su cumpleaños 70. Estaba medio bajada porque a esa edad ya no podría ir a misa, siguiendo las medidas de bioseguridad. Comimos, nos desinfectamos, era la nueva modalidad de festejos con cinco invitados apenas. Me dijo "Si usted no puede venir, que venga David". Fuimos Mami, Suyapa, Norma y yo.
A finales de noviembre me envió un audio diciendo que estaba triste porque no sabía que nos traería el nuevo año. Le respondí que eso no lo sabíamos, por lo que era mejor estar contentas celebrando el día actual. Dijo que tenía razón que ya no iba a estar triste.
Esos recuerdos son los inmediatos, pero todos los demás son de largas conversaciones, caminatas, rezos, carreras llegando tarde.
Las mañanas sabatinas en la feria comiendo pastelitos, más de alguna vez echándole una manito en el puesto. Ella con su gorrito y delantal, muy nítida y amable al trato. El puesto de doña Tere era el punto de encuentro para las tertulias con Martín, Óscar, Mela o Mayra.
Si era viernes en la noche, cuando yo volvía de la UNAH, me quedaba esperándola para subir a casa acompañada, a veces de jalón. Había confianza y estima. Yo era feliz cuando me decía que trajera ensalada, pastelitos, yuca y papa.
Una vez pasé por el puesto, iba la para la Radio Católica (Cyber encuetro juvenil), y cuando digo a buscar el pasaje no llevaba dinero. Me dijo que no me había escuchado, le comenté lo que me pasó y reclamó ¡Por qué no vino a pedirme dinero¡ ese día hubo un tiroteo en el centro, quizá por mi ruta y hora de andar, así que lo vi como una señal de protección divina.
No se despegaba de la 910 AM día y noche, si escuchaba que alguien de Madre Dolorosa estaba en cabina, mandaba un mensaje saludando. El domingo pasado extrañé ese texto diciendo "la escuché", eso me recuerda que "nana Tere" ya no está.
Estabamos en las caminatas con Las Chonas, doña Tere era una Chona, una defensora de los derechos de la Mujer y contra la violencia. Era voluntaria de salud y hacía muchas obras sociales sin decirle a nadie.
Su honradez era genial, si Mary o
Dilcia enviaban algo decía "aquí le mandó" tal cual era el deseo.
Hace tres años me dijo que fuera a escoger un suéter que le había llegado una
caja y también envió un juguete para Dana Samantha que nació un día después.
Noviembre 2008/ Retiro GO-ES en El Picacho |
En esta nueva etapa de pandemia pidió que le hicieran un perfil en facebook para participar en las misas de la Parroquia Madre Dolorosa. Y por zoom de unía al G.O. Era tiktokera manager, le grababa videos a Mela, una abuela actualizada. Disfrutó ser Celebradora de la Palabra de Dios y Ministra Extraordinaria de la Eucaristía, aún sus enfermos no saben que ella se adelantó en la carrera.
Muchas personas cercanas conocimos La Ermita, Talanga, porque ella pagaba un busito y llevarnos a alguna celebración donde su mamá y papá. Hace algunos años me fui una semana a estar con ella donde Sonia.
Nana Tere supo que la amaba y yo también supe que me amó.
Fui parte de sus festejos VIP
El no escribir antes de ella era la no aceptación de que se fue siguiendo su destino en otro viaje, pero hoy cumple 4 meses de la no despedida. En casa la hemos llorado como debe ser el duelo ante la partida de un ser querido, ella siempre estuvo con nosotros en momentos de alegría y llanto.
Fue tan cercana a Mamita María, tan alcahuete con Elías, David, Sofía y Catalina, en general ella tenía algo para compartir especialmente si eran niños/as. Daba consuelo a mami cuando Chayo le iba a ir "lejos", y juntas nos tocó llorarla a la distancia. Siempre preguntaba por don Juan.
A la memoria de Teresa de Jesús Gutiérrez, cuyo amor por su madre fue
tan grande negándose a separarse, para emprender el viaje juntas a la eternidad
15-octubre-1950
24-diciembre-2020
Visitarlo era obligatorio, sobre todo cuando él dejó de ir a la casa a dejarnos mandarinas.
Dice Miguel -su hijo- que él le decía "déjame mandarinas que yo tengo a mi gente para darle", haciendo prioridad a los gemelitos de Suyapa.
Mi primer recuerdo de don Chico, es camino a la iglesia con Michelle en el cuello. Siempre la llevaba chineada, eran como el uno para el otro. Con los años era sonrisas y bromas con el pequeño Steven Francisco, su tocayo y con quien seguía las bromas por su nombre "Chico Valle".
Él bailaba, cantaba, sonreía, era feliz. Visitarlo era ir a contagiarnos de positividad. Contaba cada historia desde su recuperaciones, caminatas, luchas, peregrinaciones, devociones a la Virgen de Candelaria, lo bien que lo trataba la familia y decir "yo aquí estoy bien, no me hace falta nada".
Sobrevivió a muchos accidentes domésticos, operaciones, golpes, virus, pandemias... y se fue a los 94 años de edad. Creo que su eterno viaje lo emprendió cuando el quiso. Sin alardes, sin bulla, sin enojo, sin dolor, se fue "moviendo el bigote" comiendo, en compañía de sus hijos Miguel y Esteban. El viernes por la mañana, con frío y la espera de Óscar que no estaba cerca. Ellos dieron su alma por su mamá y su papá, junto a sus compañeras: Beatriz, Ana Luz e Isabel. Y Nena que hoy está demasiado lejos.
En un tiempo donde una pandemia nos mantiene aislados, sin recibir visitas, sin velorios, ni fiestas, don Chico nunca estuvo sólo, tuvo las honras fúnebres que merecía, volvió a la iglesia, a su parroquia Madre Dolorosa que hoy está de duelo. Y si hay tristeza y el abuelo hace falta, es señal que se le amaba, dijo el P. Héctor López.
Cuando Miguel hizo la Primera Comunión, me dijo "tomame una foto con Miguelito" era 11 de diciembre de 2016, justo 4 años antes de su partida al cielo.
Al terminar me dijo "muchas gracias, que Dios me le dé sabiduría y que después la busquen para seguir sobando".
Ay, me sentí heredada, oficialmente. Pues sí, a veces se me da por sobar o hacer algún tecito con hojas, es siguiendo una especie de intuición y después cuando busco información es como decir "bingo".
Conversando con mamita Tila Foto: David Rodríguez |
Mamita Tila, ya era una mujer, rehaciendo su vida una y otra vez, procreando vida desde su vientre, ayudando a otras mujeres a parir, y pariendo ella sola a mitad de camino mientras halaba agua.
Sonreímos sin saber que sería la última vez |
Pensé en la variedad de edades entre sus 16 nietos y nietas, desde 43 años a 11 años (los payulos), y si llegamos al entorno de una vela y su fotografía, es porque sigue entre nosotros, por qué ella así nos amó. Por qué nos hizo ver como hermanos y hermanas, desde que éramos pequeños.
Éramos cinco infantes siguiendo a Mamita María, quién no sabía leer ni escribir, pero supo vivir y transmitirnos su fe, desde la escuela de la vida.